Los días y noches, aún las horas, minutos y segundos previos al estreno de una obra o a la apertura de una exposición, son una especie de espacio-tiempo desconocido y místico para quien llega a la hora de la cita, compra su boleto de entrada y se sienta a disfrutar del espectáculo o se pasea en una galería observando una exposición. De todo esto tiene el IDN - Imatge, Dansa, i Nous Mitjans, dado su amplio abanico de posibilidades en la programación. Danza en vivo y en diferido, manifestación del cuerpo y el movimiento desde diversos ángulos; artes visuales, arte digital, videoarte. Instalaciones y por supuesto música, o quizá (para ser más exactos y a riesgo de nadar en aguas desconocidas), arte sonoro, pues todas y cada una de las piezas que veremos durante cuatro días, tienen esos componentes de una u otra forma.
Todo esto se sabe y se verá listo, pero retomo la ruta: esas horas previas al estreno, cuando se trabaja febrilmente en el montaje de la obra (ya sea un espectáculo en vivo, una instalación, en fin) son especialmente delicadas y a veces definen el acabado final de la pieza, independiente a veces de lo proyectado por su creador (cual si el proyecto tomara vida propia, sería posible imaginar). Puede ser desde la complejidad de la tecnología o la “simplicidad” del espacio físico, es decir: desde la resolución de una pantalla o un programa de sistemas, hasta el tamaño de un escenario. O el espacio de una galería con sus metros menos o más de techo o piso. Cosas así que pueden redefinir una obra, agregar o quitar algún detalle que en el momento de la presentación puede ser definitivo y afortunado, si confluyen las variantes afortunadas: un creador que sepa adaptarse a espacios o tecnologías y un técnico que ofrezca soluciones, busque caminos, en fin. Son las variantes que se me ocurren justo ahora, con las palabras saliendo en caliente, pero seguro hay muchas más.
A esto se le agrega esa mística y prisa de la preparación: montaje de estructuras, pruebas de sonido, imagen y pantallas, todo parece ir contra el tiempo y a la vez tratando de seguir con calma el proceso de construcción para que nada quede suelto. Esos instantes, confieso, vividos ayer y hoy durante el montaje del IDN en el Mercat de les Flors y Caixa Fórum Barcelona, son realmente especiales. Es asistir a una especie de pre-nacimiento, espacio-tiempo que de alguna manera se detiene porque la obra (que ya es en la concepción del creador y su equipo), toma forma y se ve (¿se siente? ¿se presiente?) en parte. Y al mismo tiempo, no es todavía. Va naciendo, construyéndose, sujeta incluso a variables del azar. Por ejemplo, el globo que ayer se inflaba lentamente en la instalación del binomio artistico Florence Corin / Mutin en la galería de Caixa Fórum. Un objeto inmenso, informe, blanco y liviano que lentamente se toma el espacio con el aire del que se llena, transformándose a sí mismo y al lugar que ocupa. Ese objeto que hoy es la obra Body Intimacy #6 Explode. O los dieciocho paneles negros y la inmensa pantalla gris de vídeo que ayer parecían piezas de rompecabezas en el hall del Mercat de les Flors y hoy forman el escenario para estrenar las obras producidas en el marco del concurso de proyectos Videodanza 2008.
En cada una de las salas destinadas para estrenar espectáculos de danza y nuevas tecnologías en vivo como Norman (a tribute to Norman McLaren o a (de Agua), la marcha va sin tregua, y horas antes habrá bailarines calentando músculos, además de otros especialistas en la misma fase de preparación casi monacal de un actor o bailarín antes del segundo cero. Son momentos de concentración absoluta y necesaria para que todo esté en su lugar, funcione en el momento justo, emocione de alguna manera a quien lo ve. Quizá podemos decir que las obras de videodanza que componen la muestra Video a la Carta son un producto ya acabado, pero… no así el montaje del escenario en el que el público se sentará a verlos, lo cual supone –también- la preparación de un marco adecuado para su percepción y disfrute, donde nada quede al azar.
Voyerista, me confieso, en esos momentos de nacimiento que me atrevo a definir como una suerte de espacio-tiempo donde la obra es y no es. Momento delicado, íntimo para el equipo y con un común denominador: los nervios alerta, la búsqueda de la calma, la meta: el estreno de la obra. Quizá nadie del público, cómodamente sentado en su butaca, se ha imaginado el mecanismo de relojería construido entre seres humanos, espacios, máquinas y objetos en esas horas previas, segundos antes, tras la obra que mira.
Todo esto se sabe y se verá listo, pero retomo la ruta: esas horas previas al estreno, cuando se trabaja febrilmente en el montaje de la obra (ya sea un espectáculo en vivo, una instalación, en fin) son especialmente delicadas y a veces definen el acabado final de la pieza, independiente a veces de lo proyectado por su creador (cual si el proyecto tomara vida propia, sería posible imaginar). Puede ser desde la complejidad de la tecnología o la “simplicidad” del espacio físico, es decir: desde la resolución de una pantalla o un programa de sistemas, hasta el tamaño de un escenario. O el espacio de una galería con sus metros menos o más de techo o piso. Cosas así que pueden redefinir una obra, agregar o quitar algún detalle que en el momento de la presentación puede ser definitivo y afortunado, si confluyen las variantes afortunadas: un creador que sepa adaptarse a espacios o tecnologías y un técnico que ofrezca soluciones, busque caminos, en fin. Son las variantes que se me ocurren justo ahora, con las palabras saliendo en caliente, pero seguro hay muchas más.
A esto se le agrega esa mística y prisa de la preparación: montaje de estructuras, pruebas de sonido, imagen y pantallas, todo parece ir contra el tiempo y a la vez tratando de seguir con calma el proceso de construcción para que nada quede suelto. Esos instantes, confieso, vividos ayer y hoy durante el montaje del IDN en el Mercat de les Flors y Caixa Fórum Barcelona, son realmente especiales. Es asistir a una especie de pre-nacimiento, espacio-tiempo que de alguna manera se detiene porque la obra (que ya es en la concepción del creador y su equipo), toma forma y se ve (¿se siente? ¿se presiente?) en parte. Y al mismo tiempo, no es todavía. Va naciendo, construyéndose, sujeta incluso a variables del azar. Por ejemplo, el globo que ayer se inflaba lentamente en la instalación del binomio artistico Florence Corin / Mutin en la galería de Caixa Fórum. Un objeto inmenso, informe, blanco y liviano que lentamente se toma el espacio con el aire del que se llena, transformándose a sí mismo y al lugar que ocupa. Ese objeto que hoy es la obra Body Intimacy #6 Explode. O los dieciocho paneles negros y la inmensa pantalla gris de vídeo que ayer parecían piezas de rompecabezas en el hall del Mercat de les Flors y hoy forman el escenario para estrenar las obras producidas en el marco del concurso de proyectos Videodanza 2008.
En cada una de las salas destinadas para estrenar espectáculos de danza y nuevas tecnologías en vivo como Norman (a tribute to Norman McLaren o a (de Agua), la marcha va sin tregua, y horas antes habrá bailarines calentando músculos, además de otros especialistas en la misma fase de preparación casi monacal de un actor o bailarín antes del segundo cero. Son momentos de concentración absoluta y necesaria para que todo esté en su lugar, funcione en el momento justo, emocione de alguna manera a quien lo ve. Quizá podemos decir que las obras de videodanza que componen la muestra Video a la Carta son un producto ya acabado, pero… no así el montaje del escenario en el que el público se sentará a verlos, lo cual supone –también- la preparación de un marco adecuado para su percepción y disfrute, donde nada quede al azar.
Voyerista, me confieso, en esos momentos de nacimiento que me atrevo a definir como una suerte de espacio-tiempo donde la obra es y no es. Momento delicado, íntimo para el equipo y con un común denominador: los nervios alerta, la búsqueda de la calma, la meta: el estreno de la obra. Quizá nadie del público, cómodamente sentado en su butaca, se ha imaginado el mecanismo de relojería construido entre seres humanos, espacios, máquinas y objetos en esas horas previas, segundos antes, tras la obra que mira.
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