09 de gener 2009

De pelos y señales (about Le Poil)

Ella yace sobre una piedra (piedra, digo yo, tratando de nombrar la estructura marrón que está en el escenario). Al fondo, en una de las dos pantallas de video estratégicamente puestas en el escenario, aparece un cuerpo delineado, delimitadas sus formas por una delgada linea blanca. Perfectamente los distingues: allá un pie, lejos el dorso de la mano. Quietud. Hasta que la figura se mueve sutilmente, percibes. ¿Es hacia arriba, es hacia abajo? ¿Esa figura es un cuerpo acostado sobre la espalda o sobre el vientre? Las manos parecen moverse, el cuello quizá, el torso respira y algo despista, no sabemos si la quietud está en movimiento o qué. Otra cosa queda clara: la bailarina está quieta, reposada, descansando sobre la piedra (o como lo quiera llamar el espectador). Ella, un cuerpo blanco y fuerte, consciente de cada una de sus células, hasta de las posibilidades de expresión que tiene su pelo. Ya la hemos visto minutos antes inmersa en la danza, una calidad de movimiento que apela quizá a impulsos muy internos que la hacen natural y potente sobre el escenario, movimientos que a mi (espectadora simple) me llevan a pensar en algo celular, amorfo y vivo -¿quizá ella misma es puro pelo? se me ocurre...-. Cuerpo puro que de repente se esconde tras otra pantalla. Ahora solo distinguimos algo que pellizca desde atrás la tela, genera colores, formas y especialmente, sonido. Ondas de sonido, ondas de color.
Pero en este momento descansa, insisto, sobre lo que parece una piedra y lo que se mueve es la delgada línea blanca que dibuja un cuerpo.
"Es pelo". Pelo, cabello, vellos, poil, hair. "Es una superficie recubierta de una especie de pelos sintéticos sensibles conectados a sensores, que envían señales y el resultado es la figura en la pantalla". Lo ha explicado Florence Corin, una de las creadoras de Body Intimacy # 1 - Le Poil. con palabras simples para qu elo entienda quien apenas entra en el mundo intrincado de las nuevas tecnologias en asocio con el arte. Junto a ella - que maneja ordenadores, sensores y demás-, Celine Verdan es la otra parte de la obra y del concepto. Ella misma es quien está arriba en el escenario, poniéndose una gran peluca de pelos naranjados que puede llevarnos a otro sitio con el movimiento y la acción de cámaras, sensores y sonido. Entre el humor quizá, la caricatura, lo amorfo de nuevo. Le Poil, el pelo, the hair. No se llama así porque los sensores sean como pequeños pelos sensibles a las señales, sino porque en medio de tanta tecnología ellas exploran algo común para la gente común (como la que escribe, como el que lee): el pelo. De la cabeza, de las axilas, de las piernas, de toda la piel. Y por eso en medio de imágenes tan abstractas, Celine se sienta a afeitarse las piernas, por ejemplo, acción cotidiana, femenina, humana. Íntima. Es la intimidad lo que ellas buscaron, exploraron, develaron y transformaron en historia con la tecnología y la danza como herramientas. Cinco cámaras, dos pantallas de video con sensibilidades inimaginables, objetos escénicos y sonido que proviene de varias partes: pistas musicales o el movimiento de Celine, porque todo el escenario está cruzado por ondas, señales sonoras sensibles al movimiento de un cuerpo humano. Y sobre el sonido, un tercer personaje da pelos y señales: Phillipe Jelli.
Simple y a la vez complejo. Porque todo se centra y parte de ese cuerpo fuerte, entrenado y habitado de la bailarina, solo cubierto por ropa interior blanca. Ella misma es un sensor. Ella nada en las aguas de la tecnología y la tecnología está a su servicio en este solo de danza exquisito (este adjetivo me lo apropio). Partir de un elemento tan común y animal como el pelo para cruzarlo y usarlo con la más refinada tecnología de punta es el juego del colectivo belga Mutin. Movimientos que hacen pensar en un ser elemental, original, casi animal o celular incluso. Y es danza lo que acabo de ver.
El juego entre tecnología y humanidad tendria quizá que ser aquello donde ambos negocien y se ayuden, porque finalmente el centro de la obra es el cuerpo danzante, su fuerza, su nervio, pienso mientras aplaudo y Celine aparece sencilla a dar una reverencia. El sudor le pega el pelo a la cara. Florence se torna tímida hacia el público; su danza ha sido desde el teclado del ordenador recibiendo y enviando señales. No haria falta, digo yo, ser conocedor de altas tecnologías para disfrutar una obra como ésta. Si estás abierto y sensible, te pone los pelos de punta.

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