Ellos juegan a la guerra. Grandes y corpulentos, atraviesan una calle cualquiera de una ciudad cualquiera de un Estados Unidos cualquiera, la mano derecha en la frente, el saludo militar que conocemos todos. Ellos juegan a la guerra, como los niños juegan a que son soldados, articulan el cuerpo en posición de sostener armas y municiones, ruedan por tierra esquivando balas imaginarias y hacen ruidos de explosiones, ráfagas de metralla, gritos o forcejeos con sus voces. Niños puros, que miden uno ochenta metros cuando los ves. Sabes que hay algo de verdad y melancolía en todo ello. Recuerdas entonces los montones de películas e historias sobre veteranos de todas las guerras que se han librado y libran en este mundo y entonces reconoces en sus cuerpos, sus caras, sus movimientos, su mirada, sus gestos, sus sonidos, algo: la marca a fuego de quien vivió una guerra desde adentro, como combatiente. Es mi descripción muy personal de Veterans, la obra ganadora del Premio Videodanza Barcelona 2009, una creación de las estadounidenses Margaret Williams y Victoria Marks.El jurado (compuesto por Nuria Font -directora del IDN-, Alberto Magno -Portugal-, Jordi Lara -España- y Sylvia Szperling -Argentina-) reconoció en él, además de sus cualidades estéticas y realización, compromiso y cuestionamiento a la situación muy contemporánea de la guerra, prolífica en nuestro mundo en montones de latitudes (ahora justo se cierne sobre nosotros la realidad del ataque israelí a Palestina, con incontables imágenes de niños palestinos mutilados, sangrantes y la escasa cifra de cuatro soldados israelíes muertos contra cuatrocientos palestinos como bajas). Si, pueden ser nuestros Veterans salidos de cualquier guerra: el Golfo Pérsico, Irak, Afganistán, Viet-Nam, en fin. O de cualquier país en guerra fuera o dentro de sus fronteras (Colombia, de donde soy, podría ser uno ¿Por qué no?). Para mi lo más sorprendente en el video es la fusión entre realidad documentada, belleza en la imagen (la realización es hermosa) y movimiento. ¿Como entender la palabra movimiento aquí? Danza, coreografía, gestos coreografíados, juego coreográfico, juego dancístico. Bueno... puede optar uno por no buscarle etiqueta y simplemente observar el resultado como fusión de muchos lenguajes, el del teatro entre ellos. Teatro, si. Personajes definidos son, veteranos de guerra jóvenes aún. Intérpretes que bailan en la arena o luchan con un fantasma vestido de soldado que aparece y desaparece en sus brazos. Las caras, las expresiones, todo está resuelto en ellos y de tan natural que parecen, yo me creo que no son bailarines o actores sino reales veteranos de guerra (habrá que preguntárselo a sus creadoras). Es doloroso, digo, para mi. Duele y conmueve ver hombres jugando como niños, pero sabes que es catarsis de sus fantasmas y no fantasías infantiles lo que hay allí. Se percibe. Y que se repite en serio en mi país, quizá en el tuyo -lector-, en montones de paises con ejército y guerras en su cuenta histórica. En este mundo pues, para no seguir pisando lugares comunes.
Confieso que yo imaginaba un video ganador donde el preciosismo de la danza fuera el protagonista. Pero ahora entiendo otra mirada frente a este género del videodanza: compromiso con el lenguaje audiovisual además del lenguaje dancístico, como dijo el jurado Alberto Magno en una pequeña entrevista. Compromiso, además, con el contexto que nos rodea, le escuché a Nuria Font. Una mirada más allá del arte. O se me ocurre: una mirada desde el arte al mundo que nos rodea, a la historia de la que somos testigos y partícipes. Entonces no es solo la danza por la danza en las posibilidades infinitas del video: Es la danza como lenguaje, como canal para contar historias, para ser testigo de lo que sucede. ¿Y que más testigo de la guerra que el cuerpo? El cuerpo finalmente es testigo y contenedor de todo. Desde las visibles cicatrices en la piel, pasando por sus gestos contaminados por la historia vivida, hasta las cicatrices mentales que se traducen en el movimiento del diario vivir. Tengo un hermano que prestó servicio militar obligatorio en Colombia (me perdonan la anécdota los que odian las anécdotas, pero para exlicarme vale). Al regreso de aquel año de entrenamiento, su cuerpo reaccionaba casi sin pensarlo como si aún estuviera allí, bajo las órdenes de "mi cabo" y "mi dragoneante". Parecia en chiste: saludaba chocando los talones y con la mano en la frente, decía "¡Fir! ¡Otra voz!" y se levantaba a hacer ejercicio a las cuatro de la mañana, cual si estuviera en entrenamiento militar. Nos reíamos mucho con ello. Pero también tenía pesadillas y durante un tiempo tenía un bo (bastón de madera usado en la práctica de artes marciales) al lado de su cama, como les enseñaron a dormir en la base militar: con el arma al lado de su cuerpo (ya volvió a la normalidad hace años, gracias). Cuerpo alerta, cuerpo en guerra, cuerpo a la defensiva, cuerpo listo para el ataque. Esto mismo podría decir un maestro de danza en su clase. ¿Acaso no es un cuerpo alerta el de un buen intérprete o el que se busca en la improvisación en danza?. En Veterans está, dando cuenta de un estado interior y de una historia -triste acaso-, humana historia. Para mi hay poesía y crudeza a la vez. Duele. Y es hermoso.
Confieso que yo imaginaba un video ganador donde el preciosismo de la danza fuera el protagonista. Pero ahora entiendo otra mirada frente a este género del videodanza: compromiso con el lenguaje audiovisual además del lenguaje dancístico, como dijo el jurado Alberto Magno en una pequeña entrevista. Compromiso, además, con el contexto que nos rodea, le escuché a Nuria Font. Una mirada más allá del arte. O se me ocurre: una mirada desde el arte al mundo que nos rodea, a la historia de la que somos testigos y partícipes. Entonces no es solo la danza por la danza en las posibilidades infinitas del video: Es la danza como lenguaje, como canal para contar historias, para ser testigo de lo que sucede. ¿Y que más testigo de la guerra que el cuerpo? El cuerpo finalmente es testigo y contenedor de todo. Desde las visibles cicatrices en la piel, pasando por sus gestos contaminados por la historia vivida, hasta las cicatrices mentales que se traducen en el movimiento del diario vivir. Tengo un hermano que prestó servicio militar obligatorio en Colombia (me perdonan la anécdota los que odian las anécdotas, pero para exlicarme vale). Al regreso de aquel año de entrenamiento, su cuerpo reaccionaba casi sin pensarlo como si aún estuviera allí, bajo las órdenes de "mi cabo" y "mi dragoneante". Parecia en chiste: saludaba chocando los talones y con la mano en la frente, decía "¡Fir! ¡Otra voz!" y se levantaba a hacer ejercicio a las cuatro de la mañana, cual si estuviera en entrenamiento militar. Nos reíamos mucho con ello. Pero también tenía pesadillas y durante un tiempo tenía un bo (bastón de madera usado en la práctica de artes marciales) al lado de su cama, como les enseñaron a dormir en la base militar: con el arma al lado de su cuerpo (ya volvió a la normalidad hace años, gracias). Cuerpo alerta, cuerpo en guerra, cuerpo a la defensiva, cuerpo listo para el ataque. Esto mismo podría decir un maestro de danza en su clase. ¿Acaso no es un cuerpo alerta el de un buen intérprete o el que se busca en la improvisación en danza?. En Veterans está, dando cuenta de un estado interior y de una historia -triste acaso-, humana historia. Para mi hay poesía y crudeza a la vez. Duele. Y es hermoso.
Ella yace sobre una piedra (piedra, digo yo, tratando de nombrar la estructura marrón que está en el escenario). Al fondo, en una de las dos pantallas de video estratégicamente puestas en el escenario, aparece un cuerpo delineado, delimitadas sus formas por una delgada linea blanca. Perfectamente los distingues: allá un pie, lejos el dorso de la mano. Quietud. Hasta que la figura se mueve sutilmente, percibes. ¿Es hacia arriba, es hacia abajo? ¿Esa figura es un cuerpo acostado sobre la espalda o sobre el vientre? Las manos parecen moverse, el cuello quizá, el torso respira y algo despista, no sabemos si la quietud está en movimiento o qué. Otra cosa queda clara: la bailarina está quieta, reposada, descansando sobre la piedra (o como lo quiera llamar el espectador). Ella, un cuerpo blanco y fuerte, consciente de cada una de sus células, hasta de las posibilidades de expresión que tiene su pelo. Ya la hemos visto minutos antes inmersa en la danza, una calidad de movimiento que apela quizá a impulsos muy internos que la hacen natural y potente sobre el escenario, movimientos que a mi (espectadora simple) me llevan a pensar en algo celular, amorfo y vivo -¿quizá ella misma es puro pelo? se me ocurre...-. Cuerpo puro que de repente se esconde tras otra pantalla. Ahora solo distinguimos algo que pellizca desde atrás la tela, genera colores, formas y especialmente, sonido. Ondas de sonido, ondas de color.
